Si el gobierno gira a derecha, ¿a ellos qué les toca?
La Nación es el segundo diario de Argentina, con una circulación promedio de 160 mil ejemplares. Fundado en 1870 por Bartolomé Mitre, durante el Siglo XX apoyó todos los golpes militares, declarándose abiertamente gorila. Bancó hasta el final a la dictadura del ’76, siendo una gran usina de propaganda genocida.La Nación es socio de Clarín y el Estado en la propiedad de Papel Prensa, entregada por Videla luego de arrancársela bajo torturas a otros empresarios.
Por su íntima relación con las grandes patronales, es uno de los organizadores de Expo-Agro, la multimillonaria feria anual de maquinarias rurales.
Una “república” para pocos
En los últimos tiempos las editoriales y notas de La Nación tienen el propósito de criminalizar la pobreza y responsabilizar a los oprimidos de los males que azotan a la “ciudadanía”. Mintiendo descaradamente llegan a decir que en las calles de Buenos Aires la presencia de la policía “es casi nula”, lo que provoca el copamiento del espacio público por parte de “los delincuentes”, de “los que ocupan las esquinas de la ciudad, intimidando a los conductores con presuntos servicios informales” (léase cuidacoches y limpiavidrios) y “los que todos los días transforman las calles y plazas de la ciudad en una suerte de basural a cielo abierto” (léase cartoneros)1.
Sin embargo esas afirmaciones chocan con la visión que el propio diario tuvo de los cambios que Cristina realizó en “seguridad”. Así, en diciembre se destacaba el “fuerte gesto de cambio en la política de seguridad” con la creación del Ministerio de Nilda Garré, donde quedaba “atrás el discurso oficial sobre la ‘sensación de inseguridad’”. Un guiño claro al kirchnerismo por incorporarse a la “cruzada” antipobres.
Pero aunque intuya que el gobierno “popular” profundizará su giro a derecha, algunas de las “plumas” de La Nación no dan tregua y día tras día aprietan un poco más. Mientras Joaquín Morales Solá afirma que se “viene soportando, por la acción de un sindicalismo desaforado o por la simple lucha ideológica, una increíble escalada de violencia”2, Ricardo Esteves destaca que en Argentina hay “clases medias y medias altas que se refugian en guetos llamados ‘barrios cerrados’” y que las ciudades están “entregadas a las usurpaciones (…), la degradación, la inseguridad, la suciedad y el narcotráfico”3. Un panorama sombrío, que si el Estado no soluciona con más represión pondrá en peligro la “república”.
Del otro lado del mostrador
Si de algo no se puede acusar a La Nación es de incoherencia. No es como los medios oficialistas que, fieles al apotegma peronista, ponen “el guiño a la izquierda y giran a la derecha”.
En sus últimas editoriales, el heraldo terrateniente defiende dos conquistas que la burguesía se niega a entregar: el trabajo esclavo y la tercerización. En ambos casos justifica la precarización laboral aduciendo que en todo el mundo es así y que es lógico que se mantenga porque sino disminuiría la ganancia empresaria: “Se explica entonces dada la condición de trabajo temporario, que las condiciones de habitación de estos trabajadores no dispongan de las comodidades habituales en el trabajo rural permanente” 4. ¡Cuánto cinismo! Llamar “comodidades” a condiciones mínimas de vivienda, baño, cama, ventilación y resguardo de los agrotóxicos. En la misma nota se sorprende por la difusión del “estado de las actuaciones judiciales seguidas contra estas empresas, violando no sólo el secreto de sumario (…) sino el fundamental principio de inocencia”. O sea que las “víctimas” de los operativos serían las “inocentes” trasnacionales agroindustriales. Un discurso “garantista” para defender a las empresas, que se invierte cuando se trata de pobres o de trabajadores en lucha, como los del ferrocarril Roca.
En el editorial “Tercerizados: otra extorsión que da resultados”, del 4 de febrero, se advierte que “con ese criterio, cada persona que esté disconforme con su condición laboral adquiere el derecho al reclamo por la vía que crea más conveniente, incluida la violenta. Merced a esta actitud, no inhibida a tiempo por las fuerzas del orden (…), la paralización de los servicios produjo enormes daños al público”.
A la defensa de la tercerización y la flexibilización, La Nación agrega para el caso del ferrocarril que “por tratarse de una compañía subsidiada como consecuencia de verse obligada a aplicar tarifas inferiores a sus costos, lo que ocurrirá es que los contribuyentes deberán en adelante aportar la diferencia.” Otro burdo intento de relacionar la conquista de mejoras laborales al perjuicio de la población. Un argumento que leeremos seguramente en las próximas paritarias, contra los pedidos de aumento salarial.
Para La Nación “resulta arduo convencer de que la tercerización y esas otras formas son instrumentos idóneos para crear empleo, mejorar la productividad y promover genuinamente el crecimiento”. Una preocupación que parece compartir cada vez más con la propia Presidenta. Por eso Mariano Grondona, en lugar de sus diatribas golpistas, ahora prefiere el consejo amistoso. “Cristina tendrá que cuidarse del poder de la calle“, escribe y argumenta que “el rebrote de los episodios de acción directa ya ha comenzado a preocupar no sólo a las centrales empresariales sino incluso a la Presidenta, en cuyas últimas alocuciones ha llegado a advertir a Hugo Moyano que tendrá que ponerles un freno a los desbordes ”. De allí que el doctor se pregunte si las palabras de la presidenta “marcan el inicio de un profundo replanteo en el kirchnerismo frente al renovado desafío de la acción directa”.
Mal que le pese al progresismo K, el diario de Mitre hace preguntas que la Presidenta está cada vez más dispuesta a responder.
1 - “Una ciudad sin policías”, 28/01/11
2 - “Aislamiento, drogas y violencia”, 30/01/11
3 - “La Argentina que se bifurca”, 01/02/11
4 - “Trabajo esclavo: más mentiras intencionadas”, 05/02/11
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